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Javier Carnicer, jefe de protocolo del Gobierno de Aragón: «El protocolo no es algo rígido; es una herramienta de comunicación»

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Enrique Torguet (izquierda) y Javier Carnicer (derecha)

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Javier Carnicer es el jefe de protocolo del Gobierno de Aragón. Define protocolo como «una herramienta de comunicación» y se aleja de esa definición «rígida y manida». Para él, lo más importante es saber comunicar un mensaje de manera uniforme durante todo el proceso: «desde el que abre la puerta hasta el que la cierra en un evento».

Entre otros, ha ejercido esta posición en las Cortes de Aragón y fue director de Relaciones Institucionales de la Expo Zaragoza 2008. Está en posesión, nada más y nada menos, de la Cruz de la Real Orden de Carlos III; de la Medalla de Honor del Buró Internacional de Exposiciones y de la Medalla de Oro de la Escuela Internacional de Protocolo.

Enrique Torguet: Javier, eres una eminencia en este sector. Has recibido numerosos reconocimientos por tu trabajo.

Javier Carnicer: Cuando alguien es distinguido con algo, siempre tiene un punto de injusticia. Hay muchos compañeros que trabajan conmigo y nunca han recibido un distintivo. Por tanto, yo siempre que recibo algo así, por ejemplo lo hice con la distinción que me entregó el Rey en época de pandemia, le dije que lo aceptaba con honor en nombre de todos mis compañeros aragoneses. Y lo decía de verdad, porque este trabajo no sirve para trabajar de manera individual, hay que trabajar en grupo y en conjunto y además no solo en protocolo.

E. T.: ¿Qué debemos entender por protocolo?

J.C.: Todo. Intervienen todo el personal, de comunicación, de seguridad… es importante desde la persona que abre la puerta en el acto hasta la que cierra. Si no tienes claro esto, te estás equivocando. El protocolo es una herramienta de comunicación. Nosotros manejamos un lenguaje propio que tiene unos códigos que es preciso dominar y tenemos un montón de oficios juntos. En ocasiones soy acomodador, en otras ocasiones soy diseñador, en otras escribo guiones o construyo relatos… un acto es un todo, ninguna de esas cosas funcionan solas.

E. T.: Javier, yo tenía una duda esta mañana porque he pensado que vendrías con corbata y yo voy sin ella. De este tema se ha hecho política. ¿El protocolo es política también?

J.C.: Me viene genial que me preguntes esto por aclarar los conceptos. Tu me estas hablando de etiqueta. Yo vengo con corbata, primero porque vengo directo de mi trabajo ahora, y segundo porque este es mi uniforme, por decirlo de alguna manera. Así me siento cómodo. Pero tu vienes perfecto también.

E. T.: Fuiste el director de Relaciones Institucionales de la Expo 2008 donde participaron más de 100 países y se hicieron más de 9.000 actos.

J.C.: Sí. Había 105 países y fueron 93 días. Nosotros nos ocupamos también de los actos de los pabellones. En aquella época todo lo que pasaba en España venía a Zaragoza: reuniones de ministros, una cumbre de una gran empresa, la reunión de la Asamblea Legislativa de las Regiones de Europa, los días nacionales, las visitas de las personalidades que venían de visita al país por cualquier tema… todo eso dependía de Relaciones Institucionales.

Enrique Torguet (izquierda) y Javier Carnicer (derecha)

E. T.: En el día a día, en nuestras empresas, ocurren actos todos los días, que muchas veces no prestamos atención en cómo los hacemos: cómo presento a un nuevo directivo, como organizo una comida con unos clientes o una reunión de x tema. ¿Hay algún consejo que nos puedas dar en éstas situaciones?

J.C.: En este trabajo, la gente se cree que nos dedicamos a las grandes ceremonias. De vez en cuándo sucede, pero lo más importante de cada día es el protocolo de lo pequeño. Por qué esa es la gota que cuenta, eso hay que hacerlo bien. Recibir a una persona en la puerta, subir con él en un ascensor y saber que hay que decir algo más que «hace buen día hoy». El consejo es intentar singularizar cada vez que haces una cosa pequeña. En una empresa sea de la naturaleza que sea, es importante cuidar lo pequeño, pero de cada día.

E. T.: Hay muchas empresas que viajan, van a ferias o tienen contacto con clientes en el extranjero. Yo recuerdo una visita de nuestros distribuidores japoneses en la que les preparamos un regalo. Estábamos esperando a que lo abriesen y resulta que los japoneses, por protocolo, no lo abren. ¿Qué recomendación darías a aquellas empresas qué están saliendo o reciben clientes del mercado internacional?

J.C.: Cuando empezábamos a organizar la Expo, yo me fui a Lisboa. Allí pude hablar con el que había sido el jefe de protocolo de la Expo de allí. Me dijo algo con lo que me quedé: «Javier no te preocupes, solo son tres meses de desastre». Me vino muy bien porque saqué mi cuaderno y mi bolígrafo y le empecé a preguntar en qué habían fallado. Me habló de los voluntarios, que se incorporaron en la última semana y para él supuso un problema logístico. Nosotros incorporamos mucho antes a los voluntarios y comenzamos a hacer prácticas con ellos. Después hice algo muy importante, reuní a todo el mundo, tanto personal contratado como voluntarios. Les conté el plan general de protocolo y les encargué una tarea para el día siguiente: una lista de las cosas que no sabían de los países que gestionaban. En este trabajo tienes que aprender las cosas para olvidarlas, para poder aplicarlas con naturalidad. Más importante que saber las cosas, es conocer las fuentes, dónde debes ir.

En este trabajo tienes que aprender las cosas para olvidarlas, para poder aplicarlas con naturalidad.

Hace muchos años, en el palacio de la Aljafería cuando estaba allí en protocolo, que nos visitó una delegación Iraní. Recuerdo que al presidente de las Cortes le dije saludara solo a los representantes masculinos, que no saludara a la mujer porque sino ellos se iban a ofender. Él me contestó que sí la iba a saludar. Le dije que perfecto; al final yo tengo que informarle de cuáles son las normas culturales y luego ellos deciden. Pero no tuvo oportunidad, porque ellos llegaron, se sentaron y 15 minutos más tarde llegó la representante femenina. Ellos mismos ya buscaron evitar esa situación.

Había otra cuestión que tenía que resolver y era el tema de la comida. Los conceptos «árabe», «muslmán» y «moro» los mezclamos y nos creemos que estamos en posesión de la verdad y no somos capaces de distinguir una civilización, de una religión o de un color de piel. No es igual recibir a una delegación iraní, musulmanes y persas; que recibir a una delegación de Argelia, que también son musulmanes pero tienen otras costumbres culturales. ¿Qué tenemos que hacer? Ver dónde está la fuente. Justo enfrente de la Aljafería había una unidad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas sobre Oriente Medio. Fui a preguntarles. Es lo mismo que les encargué a los chicos y chicas de la Expo con la relación de cosas que no sabían. En una delegación Iraní no se sentarán a comer si hay alcohol en la mesa. Más que saber el dato, hay que saber dónde encontrar la fuente de información.

También recuerdo un tema que tuvimos que resolver en la Expo. ¿Cómo preparas una cena para cada uno de los representantes de los 105 países? Lo que hicimos fue dividir y tematizar por rincones de alimentos. Ellos tenían el plano de cómo se distribuía cada uno. No teníamos bandejas que pasaban con comida, porque podía haber gente que las rechazara. Como yo si voy a Corea del Norte y veo que sirven perro, pues igual lo rechazo.

E. T.: Sobre el ritual del saludo o la puntualidad. Nos parece tan sencillo que no le damos importancia. Y una venta puede depender de ello.

J.C.: Lo de la puntualidad… yo no soy puntual, yo sencillamente llego antes. Mucho antes. Lo llevo por mi oficio. A los actos, siempre digo que hay que llegar con tiempo para aburrirse. Esto te permite estar tranquilo.

E. T.: En las empresas hacemos muy poco ceremonial. Quién debería ocuparse de estas cosas.

J.C.: Todas las personas hacemos ceremonial todos los días. Cuando yo era pequeño y mi madre me mandaba comprar el pan, la panadera me decía: «pregunta quién es el último». Yo no sabía que me estaba enseñando ceremonial, pero lo estaba haciendo porque estaba estableciendo un orden de antigüedad.

Nosotros pertenecemos a una tradición judeo-cristiana. Aunque esto no tenga que ver con nuestras creencias, así nos han educado. Hacemos cosas casi sin querer porque forman parte de nuestro ADN. Así que no tengas duda de que en las empresas todos los días hay ceremonial. Suena muy rimbombante pero no es para tanto, porque es el hábito de todos los días sin darnos cuenta.

. Hacemos cosas casi sin querer porque forman parte de nuestro ADN

Recuerdo una ocasión en la que Mujica, el presidente de Uruguay, visitó la La Puebla de Albortón. La gente del pueblo preparó una comida. Me preguntó por qué las mujeres se colocaban en un lado y los hombres en otro. Le contesté que lo hacían sin darse cuenta. Forma parte de la tradición de la Iglesia. En el lado del Evangelio se colocaban los hombres y en el lado de la Epístola, el menos importante, que raro, las mujeres. Y eso se mantiene. Nos lo vamos pasando de generación en generación y aplicamos pautas que forman parte de nuestra consciencia. Cuando viajas y te metes en otro entorno, en otra civilización, en otra cultura, te choca. Porque no aplican lo tuyo.

E. T.: La frase «saltarse el protocolo» está asociado a algo negativo.

J.C.: Cuando el Papa se coloca un sombrero de bombero o cuándo un jefe de estado se monta en una bicicleta, aparece el comentario de «se saltó el protocolo». Como si alguna norma protocolaria estableciera lo contrario. Puede haber situaciones imprevistas, pero esa expresión tan manida la tenemos que empezar a borrar. Porque eso convierte esta palabra en algo que no es realmente. Todo el mundo cree que el protocolo es algo rígido, y no es así, y lo que hace la gente dedicada a protocolo es que las cosas salgan bien y que se comunique lo que se quiere comunicar.

E. T.: Rescato una idea que has dicho al principio: hay que definir claramente el mensaje.

J.C.: Así es. Al preparar un acto, no pienso en las personas que saben de protocolo; pienso en mi madre, por ejemplo, que no sabe de esto. Todos en todas las profesiones tendemos a confundir el mundo real con el nuestro. Creemos que todos los demás entienden lo mismo que nosotros. Pero no es así. Manejamos códigos muy específicos. Tenemos que ser capaces de construir un relato para ser comprendidos por los destinatarios del mensaje.

Foto-galería del encuentro entre Torguet y Carnicer en el evento ‘Zaragoza Marca’, acompañados de algunos de los asistentes y socios del Club Cámara: