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Alejandro Ibrahim: «Siempre tuvimos claro que la actividad industrial sería el eje del aeropuerto de Teruel»

Vermú de Redacción

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Vermú de Redacción: un aperitivo con un empresario de referencia

El director general del aeropuerto de Teruel fue el protagonista de un Vermú de Redacción

Teruel existe. Y tiene aeropuerto. Unas instalaciones que han sabido orientarse hacia la innovación, la tecnología y la formación. Su director general, Alejandro Ibrahim, protagonizó un Vermú de Redacción de altos vuelos en el que desgranó el modelo de negocio de este proyecto empresarial y contó curiosidades sobre el mundo de la aviación comercial. El Vermú se celebró siguiendo las medidas necesarias impuestas por la COVID-19, con 10 socios del Club Cámara que asistieron presencialmente, y estuvo patrocinado por BMW Goya Automoción y Banco Santander.

Ibrahim es ingeniero aeronáutico y ha recorrido medio mundo en su desempeño profesional, hasta recalar en Teruel. «Vi el concurso público para el puesto e hice el proceso de selección para un proyecto que era más ilusión que realidad y en el que no había mucha confianza porque veníamos de la crisis financiera, habían cerrado los aeropuertos de Castellón y de Ciudad Real, el de Murcia no había arrancado…».

Reconoce que los primeros años fueron duros, pero el proyecto se ha consolidado después de ocho años y es el único aeropuerto que va a aumentar sus ingresos este año. «Siempre tuvimos claro que la actividad industrial y aeronáutica sería el eje de estas instalaciones, que están preparadas para albergar aviones durante largas temporadas, y que serviría de incentivo para atraer empresas».

Un aeródromo único en España, de ahí su éxito, perteneciente al Gobierno de Aragón (60%) y al Ayuntamiento de Teruel (40%), que se ha convertido en la mayor plataforma de estacionamiento, mantenimiento y reciclado de aeronaves de Europa. Con la pandemia, se ha convertido en un negocio esencial para albergar aviones parados. Además tienen una escuela de vuelo y están trabajando en nuevos proyectos. «Tenemos siete clientes, algunos con contratos de 25 años». Un negocio de altos vuelos sin pasajeros.