
Miguel Ángel Heredia
Grupo Piquer
Una sociedad es el resultado de la educación que ha recibido, entendida ésta en el sentido más amplio del término y en la que intervienen todos los agentes educativos en el orden e importancia que queramos: familia, centros escolares o académicos, comunidad, medios de información… Si tenemos alguna duda al respecto, basta para convencernos de ello con que nos concedamos una breve pausa para reflexionar y hagamos un recorrido por el mundo actual.
Así pues, la educación es uno de los pilares sobre los que se sustenta cualquier sociedad de cualquier país, cultura y época; y a su vez la última será fiel reflejo de la primera. Y será así siempre al margen de lo que deseemos: lo único que podemos hacer es aplicarnos para que esa educación resulte en la que de verdad queremos y nos conviene, pues construye y fija unos patrones de comportamiento generacionales en la comunidad.
Por este motivo, además de todas las asignaturas del currículum, es extenso el contenido que queremos abarcar y cada vez vamos cambiando y ampliando enfoques. Realmente no soy capaz de descartar ningún concepto de los que se han venido sumando en las últimas décadas: igualdad, inclusión, respeto, preocupación por el medio ambiente, gestión emocional…
Pero la introducción de nuevos valores no puede llevarnos a desterrar otros que resultan fundamentales en el presente y más adelante, cuando el alumnado deja las aulas para entrar de lleno en su edad adulta. Tengo la impresión de que no damos la importancia necesaria a unos cuantos conceptos, quizás porque nos hemos cansado de oírlos, o igual porque no se entienden en el fondo.
Considero imprescindible educar en el esfuerzo, porque su contrario, la inacción, nos conduce al desastre como sociedad en general y en el mundo laboral en particular. Considero ineludible acostumbrar a tener unas obligaciones y cumplirlas, puesto que su antítesis, la irresponsabilidad, nos terminará por destruir en todos los ámbitos, pues tenemos compromisos en diferentes contextos, sociales, familiares e incluso personales.
También quiero preparar a la juventud a superarse personalmente, consciente de las dificultades que en la vida le sobrevendrán, porque no quiero una sociedad acomodada y que huya de los retos de superación; aún es más, voy algo más lejos al no querer evitarles cierta exigencia que puede llegar a producir pequeñas dosis de estrés, generado por el afán de alcanzar unas metas o sueños, ya que lo que pretendo es que aprendan a gestionarlo y que no se vean sin defensa cuando tarde o temprano esa inquietante tensión les llegue con mayor ímpetu, ya que los cambios y las circunstancias terminan por exigirnos, y en muchos casos con fuerza.
Leo, escucho y percibo todo tipo de opiniones sobre educación y formación, y tengo casi la certeza de que con frecuencia pretendemos sobreproteger a la juventud de ciertas cuestiones que son inalienables en la vida. Esfuerzo, responsabilidad, superación personal y gestión del estrés, o incluso resiliencia, son valores clave que condicionan nuestros patrones de comportamiento y nos permiten afrontar la vida. Quiero inculcarlos en la sociedad cuando todavía estamos a tiempo, desde el nacimiento y hasta que alcancen la madurez, es decir, durante su etapa educativa.
No pretendo ser catastrofista pero sí alertar sobre una peligrosa tendencia de un tiempo a esta parte, en el que todo vale en casa y en los estudios. No podemos esconder la realidad a nuestra espalda, aunque a veces no nos guste en su totalidad, sino que deberemos prepararles para afrontarla con éxito y conseguir así su felicidad. Aprender no siempre es fácil, yo lo sigo intentando cada día y espero que ustedes se esfuercen igualmente por hacerlo.